Las federaciones tienen el derecho a escoger las sedes que deseen para que sus selecciones jueguen. Si desde un principio se hubiera dicho que Puerto La Cruz acogería el España-Venezuela, pocos se hubieran sorprendido; de hecho, es el estadio en el que menos se escuchan los gritos contra la FVF y en el que el entrenador, César Farías, se siente más cómodo, sin la presión que imprimen las gradas de un Pueblo Nuevo o un Olímpico (por citar solo a dos).
Nótese que en el primer párrafo utilicé, adrede, “sus selecciones”. Porque si la vinotinto fuera de “todos”, como demagógicamente expone la FVF, no se escogerían los escenarios porque un gobernador sea amigable o no, porque una autoridad ayude o no. Se escogerían porque los fanáticos lo merecen o porque desee expandirse la actividad. La vinotinto es de la gente en la medida que no se le secuestra por intereses personales.
Pero más allá del tema de las sedes, lo que más molesta es la pantomima de una encuesta para conocer el pulso entre las ciudades que “competían” y las supuestas exigencias mínimas (aeropuerto, condiciones de cercanía al terreno, etc). No es que Puerto La Cruz sea una mala sede perse, no. Gente trabajadora y amable vive allí. El José Antonio Anzoátegui es un gran estadio, pero su ciudad no es una metrópoli ni su aeropuerto el J.F.K. Es solo eso, la burla, y esa afinidad entre la FVF y los políticos lo que huele mal. “La esposa del César no solo debe ser honesta sino parecerlo”, dice un viejo proverbio. Aquí ni se es ni se parece.
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